A inicios de este año, mi esposa y yo nos propusimos metas para el presente 2016. Entre ellas, el conocer cada mes un lugar nuevo para nosotros, tanto a nivel gastronómico como turístico. Hasta el momento, hemos cumplido este propósito. Conocer nuevos lugares nos inspira y renueva nuestro sentido del ser. Experimentar sensaciones, olores, colores y sabores nuevos, nos alimenta… nos da vida.
La idea es explorar y descubrir lugares nuevos dentro de nuestro país. De esta manera vamos conociendo nuestra tierra poco a poco. Sentimos que es una responsabilidad como lugareños conocer nuestras propias riquezas y promocionarlas como debe ser.
Un buen día curioseando (es decir, vidajeneando) en Facebook, vi fotos de un amigo que llamaron poderosamente la atención. No reconocía el lugar, pensé que estaba de viaje fuera del país. Al escudriñar un poco más (seguí vidajeneando), caigo en cuenta que está en Panamá. Enseguida me comunico con él y pregunto por la foto y me comenta que hizo una excursión a Bayano. Le mostré la foto a mi esposa, comentándole que eso era Chepo y de una vez, la cara de sorpresa se convirtió en sonrisa. Sabíamos donde sería nuestra próxima aventura: las cuevas de Bayano.
Inmediatamente buscamos información de cómo llegar a este lugar. Casualidades de la vida, la gente de Panamá Rappel Club, con la cual dimos una clase introductoria a la práctica del rappel (una aventura pasada en la capital), organiza excursiones a Las Cuevas de Bayano. Al contactarlos, nos brindaron la información solicitada y decidimos posibles fechas para la aventura, ambas con un mes de antelación. La razón: había que prepararse.
Entre el Miedo y Entrenamiento:
Esa es la Cuestión
Al imaginarme estar en una cueva, varias escenas de terror me vinieron a la mente: perderme en la total oscuridad, ser atacado y rodeado por murciélagos, ahogarme (no sé nadar; sí, todavía no aprendo), tener que escalar filosas pendientes, caminar por estrechos pasillos que dan a un oscuro vacío (de esos que al tirar una piedra, nunca escuchas cuando toca el suelo), encontrarme al chupacabras… En fin, tenía un poquito de miedo. A todo esto, mi esposa cantaba “¡vamos a las cuevas, vamos a las cuevas, we we we!”.
Sumando estos “leves y pequeños” detalles, estaba mi estelar condición física semejante a la de un Buda Chino (sin la sabiduría y mística claro está) y “Charlie, tenemos problemas”. Tenía un mes para convertirme en todo un Silvestre Stallone en su papel de Rambo y proteger a mi esposa de todo esos murciélagos chupa sangre. Más bien, sería proteger a los murciélagos de ella-insistía en querer “¡abrazarte y apretarte en diminutos pedazos!”… lo siento, esa frase es de Elmyra de “Tiny Toons” (eso dice mucho sobre mi edad); pobres murciélagos si caían en sus manos.
Decidimos empezar a entrenar y prepararnos para esta nueva aventura. La canción: “Eye of the Tiger”, de la famosa película Rocky, era el himno en nuestro arduo régimen de entrenamiento: ella montaba bicicleta y yo caminaba. ¡Ey, eso cansa! Este intenso entrenamiento, estaba acompañado de una obligatoria dieta. No podía faltar. ¡Si vamos a hacer algo, lo hacemos completo!
En el mes de preparación tuve varías pesadillas: regresaba sin cámara, la cámara se hundía sin retorno, tomaría LAS FOTOS y se dañaría la memoria de la cámara, mis lentes quedarían dañados, los flashes causarían que nos electrocutaramos (si, pensé en llevar mi equipo de iluminación), entre otras formas trágicas de ver morir tu cámara $$$. Mi preocupación era grande y mis ganas de tomar fotos documentando el paseo también. Al final, lleve lo más sencillo que tenía, una cámara y el lente más pequeño, forrado en dobles bolsas “ziplocks” y lo más arriba posible en la maleta.
La Aventura
Bueno, llegó el día. Nos levantamos muy temprano, desayunamos y tomamos un café para estar listos. Eran las 5:45 AM y comenzaba a salir el sol. Más felices no podíamos estar, era una mañana con un amanecer espectacular, nos sonreía la naturaleza. Estábamos preparados, teníamos provisiones y una condición física mejorada gracias a nuestro agresivo acondicionamiento físico durante el mes.
Luego de un riguroso proceso de selección para los miembros de nuestro equipo excursionista, totalizamos 17 personas. Vamos a ser sinceros, no conocíamos a la mitad y la otra mitad tampoco nos conocía. Nos vimos por primera vez las caras el día del trip en el punto de encuentro. Era de esos grupos que se arma con el “conocido del conocido”. Un grupo multigeneracional bastante diverso, gente con experiencia en la vida y otros con no tanta experiencia.
Hicimos una importante parada en el pueblo, pues no teníamos agua. Sí, siempre se olvida algo, ¿pero el agua? ¡Vamos!. Llegamos golpe de 8:30 AM a la represa Ascanio Villalaz, mejor conocida como Represa Bayano. Parada obligatoria para fotos y las siempre importantes “selfies”. Era una mañana hermosa, vimos el Lago Bayano en todo su esplendor. En el camino pudimos apreciar perezosos de tres uñas en la copa de los altos árboles aledaños al camino. Nuestras guías con visión biónica los divisaron por nosotros. Luego nos explicaron que sabían que eran de tres uñas por una especie de “mancha” que tienen los peresozos de está clase en la espalda.
El Lago Bayano es el segundo lago más grande de la República de Panamá, formado en 1976 al cerrarse la hidroeléctrica Ascanio Villalaz. Está a unos 95 km de la ciudad de Panamá. Tiene un área de 350 km2 aproximadamente. La mayor parte de su territorio pertenece a la Comarca Madugandí.
Pasamos la entrada a la finca privada donde están las cuevas. Los terrenos por los cuales se accede a ellas son privados. Los dueños permiten el acceso organizado por un pequeño peaje incluido que, en nuestro caso, estaba incluido en el costo de la excursión. Llegamos a unas casas dónde hicimos una pequeña parada y conocimos la propiedad. Las casas pueden alquilarse para pasar el fin de semana, tienen cocina completa, baño, camas y un bohío. Planeamos quedarnos ahí en un futuro cercano.
Subiendo a los botes
El macho era algo amargado, la hembra era sumamente coqueta y cariñosa, el hijo, en extremo tímido. Me sentí un poco preocupado por los animales, mi esposa estaba cerca y el espíritu de Elmyra había sido activado por tan bellos ejemplares. Por suerte, no los apretujo. Estaba bien portada—por el momento.
Llegaron los botes, se bajó el botero y nos pidió atención. De mirada dura y complexión robusta, el navegante, con mucha autoridad, nos indicó las instrucciones y reglas a seguir: no pueden quitarse el salvavidas en ningún momento; al llegar a la entrada de las cuevas, no se pueden quitar los cascos y deben mantener las luces de los mismos encendidas. Fue muy enérgico con las reglas, un buen indicio de seriedad en la organización.
Siempre es bueno saber que entre tus guías, hay personal oriundo del lugar. Está inclusión enriquece la vivencia a través de la experiencia de alguien que tiene conocimiento profundo del área. Así da gusto conocer.
El Lago Bayano
iPhone Shot: Documentando el paisaje
Navegamos por el lago, aguas tranquilas, cielo con nubes dramáticas y multiples aves adornaban el paisaje; a lo lejos, verdes montañas con un cielo azul intenso detrás. La definición de belleza natural. Durante el recorrido, pude apreciar por primera vez en mi vida un martín pescador en vivo y a todo color. Tenía el plumaje azul intenso, algunos detalles en rojo y delineados en negro. ¡Qué colores! Siempre me imagine al ave pequeña, no sabía que tan grandes podrían ser. También habían blancas garzas con cresta rojas, cormoranes y patos con alguno que otro toque de color en sus plumas. Excelente lugar para avistamiento y fotografía de aves.
Teniendo nuestro país, Panamá, tantos lugares y bellezas por conocer, me sorprende mucho que siempre estemos pensando en ir más lejos, como quien dice: “cruzando el charco”, habiendo tanta belleza en el propio patio. Pensamos que es responsabilidad como local, conocer lo más posible lo nuestro, así cuando tengamos esas experiencias del otro lado del “charco”, a tal manera que podamos decir con seguridad y certeza: “no tenemos nada que envidiar afuera”.
Arribamos a la entrada hacia las cuevas. Una pequeña choza entre el lago y las cuevas, era nuestra parada temporal. Ahí dejamos algunas cosas que hacían peso innecesario y, enseguida, las tres guías nos dieron una pequeña explicación sobre el recorrido y las reglas a seguir. Vimos varios grupos de excursionistas durante el recorrido. Cabe destacar que éramos el único grupo equipados en su totalidad con chalecos salvavidas, cascos con linterna y tres guías. Una de las guías iba al frente, con el grupo de avanzada (o los adelantados como les llamo yo), otra al final yla tercera asistiendo donde fuese necesario. Cargaban linternas de gran poder, ejecutaban extrema precaución guiando cada paso y traían un botiquín de primeros auxilios. Cada una de ellas tenía varios recorridos a su haber en las cuevas, lo cual transmitía mucha seguridad al grupo.
La Cueva
Al entrar todo era diferente a lo imaginado. Está más iluminado de lo que esperaba, gracias a grietas en el “techo” de la cueva en varios de los trayectos. Formaban una especie de tragaluz y podías ver la vegetación y arboles que estaba arriba de las cuevas. Estas grietas daban vistas hermosas de la cueva y podías apreciar muchas de las formaciones rocosas propias del sistema cavernario. En otros trechos, no había luz más que la de tu linterna.
¿Y los murciélagos? Nos fueron enfáticos de no alumbrar al techo de la cueva, a manera de no asustarlos y cegarlos. Vimos manadas de ellos pasando a velocidad y en gran cantidad a principios del recorrido, más adelante no vimos muchos más. Uff, suerte que estaban muy arriba y Elmyra, digo, mi esposa, no tuvo oportunidad de “apretujarlos” como tenía planeado. Realmente, no quería problemas con los grupos conservacionistas de Panamá.
El camino era muy variante; había grandes espacios, luego se tornaba estrecho. Eso sí, el camino siempre fue pedregoso, sumamente pedregoso, como quién camina por un río (con agua, piedras pequeñas, grandes, unas sueltas, otras fijas). Secciones con agua de profundidad considerable y muchas partes llanas. En varias ocaciones el agua nos llegaba al pecho, solo en una oportunidad el agua llegaba arriba de nuestras cabezas, pero en ese trecho había un tronco que te ayudaba a estar sobre el agua. Aparte de estar equipados con chalecos salvavidas, no pase mayor dificultad, recuerden, no sé nadar. Eso significa que no hay mayor riesgo en ese sentido.
Hacer el recorrido tomo alrededor de hora y media. Quizás un poco más, por lo lento de nuestro recorrido (fuimos los culpables). Los guías nos llevan hasta un ojo de agua, el mismo bañado por luz del exterior gracias a una hermosa fosa formada en la parte superior de la cueva. Aquí descansamos un poco y disfrutamos del ojo de agua. Eso sí, la tanda de fotografías y selfies tuvo lugar en gran medida en este punto.
Preguntamos que había más allá de este punto y nos indican que las cuevas siguen aún más profundo. El recorrido que seguía era más avanzado y requería del uso de cuerdas para pasar. Nuestro grupo no estaba al nivel requerido para seguir el recorrido, por lo que dimos marcha atrás. Comentan que más adelante en la cueva, viene una sección parecida, pero con una pequeña caída de agua asemejando una cascada durante la época lluviosa y un ojo de agua de mayor tamaño. Quedamos con ganas de regresar nuevamente y tomar el tramo avanzado; puede ser la aventura para otra ocasión.
El regreso para mí fue bastante más rápido, ya había tomado confianza en dar pasos a través del camino pedregoso. Además, tenía mucha hambre y ya no veía la hora de estar afuera y comer. Una vez afuera, nos encontramos con el grupo de los adelantados (esos que siempre van adelante y te dejan botado). Nos dispusimos a disfrutar de los emparedados suministrados por nuestro grupo de guías. Tomamos el bote de regreso por el Lago Bayano.
El Río Tigre
La travesía no culminaba allí. Un paseo en bote por el “Río Tigre” era el siguiente punto de nuestra excursión. Pregunté el porqué del nombre, pues en Panamá no hay tigres, a lo que me contestaron que en efecto no los hay, pero sí jaguares. A los jaguares los lugareños los llamaban tigres, y que en la zona, hubo una época donde avistarlos era común. Hoy día ya no es el caso. El atractivo del recorrido es un cañon rocoso, muy vistoso y hermoso a la vista. Fue una las partes preferidas del recorrido para mí. Otra de las razones por las cuales volvería a realizar el paseo, específicamente para realizar fotografías de estas formaciones rocosas.
En ese trayecto nos topamos con un caimán (¿o era lagarto?) perfectamente camuflajeado. Paramos para observarlo de lejos, nos miraba muy detenidamente. El botero le parecía avistar un nido de nútrias en el lugar. Quedamos sorprendidos, no sabía que existían nutrías en Panamá, nunca me había pasado por la mente. Lastimosamente, nunca fue cierto que lo encontró. En el área si las hay, por lo visto, son algo tímidas.
Terminado el recorrido, emprendimos el camino de vuelta, todos muy callados, por el cansancio que cargábamos. Eran ya las 3:00 PM cuando regresábamos a través del Lago Bayano, aún muy tranquilo, a pesar de la estrepitosa lluvia que cayó ese día sobre la ciudad. La verdad es que nosotros no la sentimos. Una vez en el transporte, las guías a través de dinámicas, animaron el camino de vuelta—eso y un “six-pack” de elixir etílico que compartí con algunos de los excursionistas. Chistes, risas y carcajadas volaron por doquier en ese retorno. Definitivamente, está dentro de los mejores paseos que he tenido en mi vida, realmente lo disfrutamos. Vamos, anímate. ¡Te invitamos a que conozcas tu propio patio!
Panamá Rappel Club
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